16 Mar Elegir el campo de batalla político
Decía el estratega chino Sun Tzu que, si haces que los adversarios no sepan el lugar y la fecha de la batalla, siempre puedes vencer. Quizá la afición a la lectura del President de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, le ha llevado a adoptar el pensamiento militar de este popular general para articular el modo de perpetuarse en el cargo y poner el broche de oro a una carrera política gestada a la sombra de Joan Lerma.
La retirada a los cuarteles de invierno de Morella con sus fieles antes del anuncio de adelanto electoral, que cogió desprevenidos a sus amienemigos de Compromís, que veían mucho teatro pero poco arrojo en los constantes anuncios acerca de los comicios autonómicos. O la flexibilidad de su discurso que se adapta a lo que el contexto demande, sin rubor, son claros principios militares extraídos de la obra de Sun Tzu.
El error de cálculo de Mónica Oltra le puede costar caro. Empezar una campaña de desgaste en Madrid contra quien tiene el poder de determinar el momento en el que las huestes se enfrentaran en las urnas puede ser el principio del fin de la amalgama de siglas y sensibilidades que dió origen a Compromís. Ella, al igual que Puig, tiene como manual de consulta en su mesita de noche El Príncipe de Maquiavelo, pero da la impresión que Puig bebe de la fuente original y Oltra de una adaptación mal traducida.
Ser la primera mujer que presidiera la Generlitat la ha deslumbrado y Puig ha preferido conformarse con pasar a la historia como el primer presidente que adelantaba unas elecciones autonómicas, por lo que pueda pasar en el incierto panorama político que se avecina. Como buen superviviente, ha sabido exprimir lo que tenía a mano y no se ha dejado seducir por ensoñaciones que dependen de cuestiones que no siempre son controlables.
Puig sabe que los que anticipan, se preparan y llegan primero al campo de batalla, esperan al adversario en posición descansada; los que llegan los últimos al campo de batalla, los que improvisan y entablan la lucha quedan agotados. Y fíjense ustedes que ni Ciudadanos, ni Compromís tenían sus candidatos y equipos de campaña conformados cuando llegó el anuncio. El PP es perro viejo y también se había preparado.
Quizá, el molt honorable lo que busca es abrir el abanico de opciones y sabe –o piensa- que le sería más fácil intentar un acercamiento a Ciudadanos que repetir Gobierno con Compromís, aunque el ya candidato Toni Cantó no parece muy dispuesto a ello, algo que extraña a propios y extraños en la formación naranja.
Olvidada la tan cacareada singularidad del discurso valenciano en un proceso electoral propio, que ahora se verá ensombrecido por el temario nacional, Puig se adelanta para posicionar a sus hueste y aprovechar el empuje de tener al Gobierno Central de su lado, y sólo de su lado, sin compartirlo con Sandra Gómez, a la que vino a ungir el propio Pedro Sánchez.
Claro que no siempre la elección del campo de batalla es suficiente. Cuando allá por el 490 A.C. más de 25.000 persas desembarcan en las cercanías de Maratón, a 32 kilómetros de Atenas, no eligieron ni la fecha ni el lugar de forma casual. Eran conscientes de que Maratón estaba lo suficientemente lejos de Atenas como para poder desembarcar de forma ordenada, y la llanura que se extendía al frente resultaba adecuada para la caballería persa que superaba a la ateniense.
Lo que no preveían es que los atenienses se lanzaran desbocados al ataque, evitando la lluvia de flechas de los persas, que pasaron por encima de sus cabezas, y estrechando el campo de batalla impidiendo que la caballería persa avanzase por los flancos como tenía previsto, entorpecidas sus evoluciones con las montañas por un lado y el mar por el otro. La batalla terminó con el increíble resultado. Al final, el resultado de la jornada, exagerado o no, fue debido a una mala elección del campo de batalla por parte de los persas. Y eso que lo llevaban preparado. Lo mismo puede pasarle a Puig.
Y esto no es un hecho aislado. Se dice que Napoleón afirmaba que nunca habría sido derrotado si siempre hubiera podido elegir el campo de batalla. Pero quien en realidad dominaba este arte no era Napoleón, sino sir Arthur Wellesley, el duque de Wellington, que siempre llevaba a los ejércitos enemigos a combatir donde le interesaba. No sé quién es más ególatra, si Napoleón o Wellington. Elijan ustedes.